Generalmente se habla de ansiedad. Y la escuchamos en estos términos:
- “Tengo ansiedad”,
- “Me han diagnosticado ansiedad”,
- “No sé que hacer con la ansiedad”,
- “Tomo ansiolíticos”,
- “Sufro ansiedad”
Son todas expresiones cotidianos que parecen no encontrar fin en nuestra época pero, ¿de qué se trata realmente? Sufrimos de ansiedad, de trastornos de ansiedad, pero ¿qué es realmente? Nos parece fundamental discernir de qué se trata ya que es un término utilizado muy a menudo, como si de una moda se tratara. La ansiedad se presenta de manera tal que parece que no cesa. Un estado donde esa sensación es constante.
Una señal.
Lo que debemos saber es que la ansiedad es una brújula, un termómetro, una señal, un llamado de atención o un aviso que nos dice que detrás de ella hay algo más. Si hay problemas o malestar la ansiedad aparece. La ansiedad es una manifestación externa o superficial de lo que llamamos angustia. Es el envoltorio más visual de la angustia que aparece de vez en cuando, más precisamente, cuando sentimos que nuestra brújula se ha perdido o nuestras seguridades empiezan a ponerse en duda, cuando perdemos el control de lo sabido.
Apaciguar la ansiedad
Conocemos múltiples maneras o rodeos para calmar la ansiedad en el momento en que aparece. Entre ellas se encuentran:
- la bebida,
- la comida,
- el deporte,
- el trabajo agotador,
- el juego,
- el tabaco,
- el sexo,
- la droga,
- comernos las uñas, etc.
Al instante advertimos que estos modos de apaciguar la ansiedad son más nocivos que la ansiedad misma. Y también nos damos cuenta que cada modo o manera de calmar esta ansiedad es singular de cada persona. No hay un modo de calmarla que sea efectiva o sirva para todos.
Otra manera de calmar la ansiedad es utilizar el mecanismo de la evitación/inhibición. Donde las personas dejan de participar en grupos, dejan de subirse a aviones, dejan de hablar en público, dejan de escribir, no pueden presentarse a un examen etc. La persona se restringe hasta tal punto que hay personas que no pueden salir a la calle.
La primera solución para calmar la ansiedad es evitarla, esto provoca muchas infelicidades en la vida de una persona. Nada más pensar en la dificultad que puede traer en estos tiempos no poder coger un transporte público o un avión.
El exceso de comida, el descontrol con ella es algo también que se presenta de manera cotidiana. La comida está en el día a día presente en la vida de cada persona.
En nuestra sociedad actual vemos que los objetos de consumo juegan un papel fundamental a la hora de calmar esa ansiedad. Escuchamos a muchos lamentarse y no pudiendo explicarse cómo teniendo de todo en la vida, presentan este cuadro ansioso. La ansiedad no deja de estar, aún teniendo todo lo que creemos que necesitamos.
La cuestión es no taponar esa ansiedad con objetos, con medicación o con alimentos. Sino más bien es descubrir cual es el origen de la misma, que hay detrás de ese cuadro ansioso.
Origen
La dificultad con la que nos encontramos es que nos resulta difícil nombrar o delimitar eso que nos provoca ansiedad. Éste término “ansiedad” es el que aparece en nuestra época y viene al lugar de la vieja, conocida y no muy querida angustia. Esto tiene mucho sentido porque la angustia se manifiesta como un estado incesante de ansiedad que se revela en el cuerpo. En forma de sudoración, palpitaciones, vacío en el estómago, algo que nos ahoga. Su cede es el cuerpo.
Lo cierto es que tanto a una como a la otra no la podemos ver a simple viste de dónde proviene, o qué la origina. Esto es lo que se trabaja en una psicoterapia. Su origen, causas y sus consecuencias.
¿Sí o No a los ansiolíticos? Las verdades del ansiolítico.
Podemos hablar de las ventajas y desventajas de los mismos. Por un lado debemos saber que la función principal de los ansiolíticos es suprimir los síntomas de ansiedad. Se produce un alivio, porque actúa tanto a nivel muscular como también facilitando el sueño.
Los más indicados por los médicos son la benzodiacepinas (BZD). Con ellas se produce un alivio a corto plazo que permite hacer frente a la ansiedad cuando ésta se hace difícil sobrellevarla, a tal punto que nos perjudica el quehacer del día a día.
Las consecuencias de esto es que se corre el riesgo de que la persona que sufre no quiera preguntarse o saber nada sobre el origen de ese cuadro ansioso. Otra cosa muy cierta, es el hecho de que aparece en los pacientes la “dependencia” a los ansiolíticos y bien es sabido los diferentes rodeos y excusas que la persona pone en dejarlos.
En este sentido siempre es mejor consultar y tener un uso controlado y consensuado con el profesional de la salud, ya sea psiquiatra o psicólogo que acompañe el tratamiento.
Lic. Andrea Ponzanessi